Sexo.

Cuando por los años 616 a.n.e. Tarquinus Priscus se convirtió en el nuevo rey de Roma, una de sus ocupaciones fue emparedar vivas a las vestales del templo que habían perdido la virginidad. Para que su sufrimiento fuera completo y más largo, ordenó les dieran agua y comida. Ya por los siglos XVI y XVII a las mujeres consideradas promiscuas se las quemaba en la hoguera. Para la religión católica y otras religiones el acto sexual era única y exclusivamente para la procreación y que pensar o actuar de otra manera era pecado. ¿Podían las mujeres disfrutar del sexo? Ni pensarlo. Derecho exclusivo de los hombres. La mayoría de los animales tiene sexo porque lo necesita para tener descendencia y así asegurar su permanencia en la tierra. Entre los mamíferos, nosotros somos los que ovulamos sin orden ni concierto con la reproducción. Es decir, somos los únicos en este extenso reino que hemos independizado el sexo de la procreación.

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En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercaremos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Habrá de todo como en botica; historias de la biología, diversas en contenido y extensión aunque amarradas por esa grandiosa idea de la evolución.