El crimen de Barcia. Un incendio que ocultó la verdad
La madrugada del 29 de octubre de 2010, en la aldea de Outeiro, parroquia de Barcia, en Lalín, todo parecía seguir su curso habitual. Un cielo gris cubría este pequeño rincón de Pontevedra, donde las casas de piedra conviven con los prados y el sonido de las vacas marca el ritmo del día. La vida, hasta entonces, transcurría con la tranquilidad propia de lo cotidiano. Pero esa noche, algo alteró el silencio. En una vivienda familiar de dos plantas, comenzaron a escucharse crujidos, seguidos por un humo espeso que pronto se hizo visible. Las llamas avanzaban y, desde fuera, todo indicaba que se trataba de un incendio accidental. Sin embargo, lo que parecía un siniestro doméstico ocultaba algo mucho más grave. Detrás de ese fuego había una historia oculta, una verdad que no era evidente a simple vista. Una familia conocida y respetada en la zona, una cadena de decisiones desesperadas, y un secreto que acabaría saliendo a la luz, enterrado en el lugar más inesperado: el interior de una fosa séptica. Aquella madrugada marcaría un antes y un después. En pocas horas, la aldea entera se vería sacudida por una tragedia que dejaría una herida profunda, imposible de ignorar.