La extorsión permanente como arma política
No creo que alguien pueda dudar de que esta legislatura se sustenta en la extorsión. El Diccionario de la Real Academia la define como la «presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio». Es sinónimo de chantaje, coacción, presión o boleteo. No hay duda de que todos sirven para definir a los peculiares aliados de Sánchez que tienen en común su desconfianza profunda al presidente de Gobierno y su objetivo final de destruir España. En este último aspecto creo que todos podemos coincidir, incluidos los bien pagados hagiógrafos del inquilino de La Moncloa, en que la secesión de Cataluña y el País Vasco sería el fin de nuestro país. La horda de pijos revolucionarios agrupados en Sumar bajo el liderazgo de Yolanda Díaz tiene, también, como objetivo final un proceso constituyente para acabar con el ordenamiento constitucional liberal y burgués, como definen el sistema que impera en Europa. Desde la Revolución Bolchevique hasta nuestros días sabemos que nunca ha existido democracia en un país gobernado por el comunismo.