La pepita de sandía

Entre las pepitas de una sandía, había una muy singular; era la que se quejaba y alegaba por todo, que si zarandeaban a la sandía, que si la ponían al refrigerador, que si se calentaba al sol, todo era motivo para que reclamara por el movimiento, por el frío o el calor, en fin. Un día que la sandía fue parte de la mesa de unos niños, la pepita salió al exterior y vivió las más alocadas aventuras, desde participar en una guerra de pepitas en manos de los niños, hasta formar parte de una gargantilla. Su amistad con una pájaro carpintero hará que la pepita acepte con paciencia su destino como semilla que renueva la vida de la naturaleza.

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