Puerto Palomas - 05 Feb 25

Los que conocieron a Estanislao García dijeron a las autoridades que su familiar y amigo presentía, desde una semana atrás, que lo querían a matar. No era una intuición, sino una certeza. Hasta su despacho como presidente seccional de Puerto Palomas, un pequeño pueblo al norte de Chihuahua, le había llegado un mensaje escrito a mano en el que le exigían dejar el cargo en tres días o conocer la furia del cártel local. Estanislao García no hizo caso. Muchos le pedían que huyera, pero él les repetía que no iría a ningún lado. Los testigos en la procuraduría estatal dicen que se quedó en el pueblo a sabiendas de que trabajar sin escoltas era una suicida. Eran los últimos días de septiembre de 2009 y hasta su jefe de la policía, Emilio Pérez, había escapado hacia Estados Unidos. Tras muchas súplicas, cuentan que el alcalde fechó su salida de Puerto Palomas para el 10 de octubre, pero tres noches antes, el miércoles 7, un comando le cerró el paso. Su ausencia se transformó en una ficha de búsqueda y luego en un hallazgo terrible: ahí estaba Estanislao García, en la cajuela de un Datsun. Su cuerpo estaba perforado por balas 9 milímetros y apenas reconocible por las llamas que lo carbonizaron. El Cártel de Juárez lo había eliminado para controlar Puerto Palomas. ¿Qué de especial tiene ese pueblo abandonado? Para algunos, sus calles empolvadas son relevantes para la historia nacional: el 9 de marzo de 1916, desde Puerto Palomas, Francisco Villa invadió Estados Unidos. Saqueó e incendió la vecina Columbus, en Nuevo México, en venganza por el reconocimiento que dio el gobierno de Estados Unidos al de Venustiano Carranza. Así, “El Centauro del Norte” entró a los libros de historia. Ya en el siglo XXI, Puerto Palomas aún atrae a empistolados, pero por otras razones. Estas se pueden entender con lo que sucedió dos meses después del asesinato del político mexicano. En enero de 2010, sin la tenacidad de Estanislao García, el alcalde del vecino Columbus, Nuevo México, Eddie Espinoza —junto con su jefe de la policía y otros 9 uniformados estadounidenses— iniciaron la compra de más de 200 armas de fuego para el Cártel de Juárez, que sostenía una violenta guerra contra el Cártel de Sinaloa. Simulando que el armamento iría a proteger la frontera, el “mayor” Eddie Espinoza y sus cómplices compraron rifles AK-47, pistolas 9 mm, munición calibre 7.62 y cargadores para entregarlos en Puerto Palomas sin que nadie los molestara. También saquearon las finanzas de la ciudad para entregarles bolsas repletas de dinero a los representantes de La Línea, el brazo armado del Cártel de Juárez. Todo a cambio de jugosas comisiones. Esos 11 funcionarios estadounidenses no lo sabían, pero las armas que traficaban formaban parte del Operativo Rápido y Furioso, una fracasada misión acordada entre los gobiernos de los presidentes Felipe Calderón y Barack Obama para dejar que las armas corrieran de Estados Unidos a México y les diera seguimiento para usarlas como evidencia contra los cárteles. A miles de esas armas se les perdió el rastro y la “gran” idea terminó haciendo más letal al crimen organizado mexicano, pero las armas de Columbus sí pudieron ubicarse en Chihuahua y los burócratas de Nuevo México fueron enjuiciados y llevados a prisión. Desde entonces, el cáncer de la infiltración del crimen ha hermanado a ambas comunidades en los dos lados de la frontera. Ha pasado más de una década desde esta historia y Puerto Palomas, Chihuahua, hoy es un pueblo fantasma donde nadie quiere vivir por el control que tiene el crimen organizado. Y en Columbus, Nuevo México, el que puede se muda porque los servicios urbanos son muy deficientes debido a que el gobierno federal y estatal no confía en los funcionarios locales, quienes pueden volver a desviar el presupuesto hacia los cárteles. La ausencia de autoridades ha convertido a esa región en un sendero violento para traficar migrantes indocumentados al norte y recibir armas de alto poder al sur. Una región indómita como en tiempos de la Revolución Mexicana. Sin embargo, esto podría cambiar muy pronto. Este 4 de febrero, la presidenta Claudia Sheinbaum arrancó la movilización de 10 mil elementos de la Guardia Nacional en 18 poblaciones fronterizas como parte del Operativo Frontera Norte, un acuerdo con el mandatario Donald Trump para pausar una eventual guerra comercial. Entre ellas están ciudades como Tijuana o Ciudad Juárez, pero inesperadamente se Puerto Palomas se coló en esa lista. Por el bien de quienes ahí resisten: éxito a los que van combatir el crimen organizado. Sepan que tienen la oportunidad da honrar la memoria de Estanislao García y su terca honestidad.See omnystudio.com/listener for privacy information.

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